jueves, 16 de septiembre de 2010

segunda

¿Cómo desenredar ésta madeja de mil hebras?

¿Por dónde empezar?

Era el 14 de julio y Teseo, aprendía los primeros compases de la marsellesa, mientras su barco de piratas iba desde Atenas a Creta, de una habitación a otra. Ariadna lo esperaba a la entrada del Laberinto de libros, piedras y palos, en cuyo centro estaba el Minotauro, para darle un rollo de hilo con el que podría salir de vuelta, si tenía éxito en su batalla con el monstruo.

Los sonidos de fandango y cantejondo, que salían de la tienda de música se habrían perdido sin más, retumbando entre los apurados transeúntes que no dejaba el frío de la mañana en la sombría Ahumada, si no hubiera sido porque un mendigo felíz en la locura de su comprensión del mundo, la interpretaba con sentido baile de torero, con su chaqueta por capa y las fotos de la vitrina por testigos.

La iglesia acababa de presentar el día antes una propuesta de amnistía para los presos, que disputaba los titulares de la prensa con las fotos de las bailarinas semidesnudas del último programa nocturno de la televisión de la noche, sin que se pudiera saber si a la gente que se acercaba a los quioscos, los atraía más la pedofilia generalizada de los curas –que con la desesperada propuesta trataban de ocultar-, o los prominentes senos desnudos de la mujer que enredaba sus cabellos en el derrame de petróleo de la noticia del lado.

La nieve caía en el sur como nunca y como nunca el calor asfixiaba en el norte. Siendo igual, ya no era más de lo mismo. ¿Por dónde empezar? El café donde esperaba a mis amigos empezaba a despedir el olor de comida que anunciaba el mediodía y ya aparecerían los hombres cargados de inquietudes laborales generadas por un sistema que se nutría de sus pérdidas y cuya solución se encontraba en la teoría que les parecía habían tenido que negar, para que la ilusión de estar vivos les fuera por un rato permitida.